Horas (algo que escribí entre clases)

Los días son tan largos que paso por todos los estados de ánimo posibles de la noche a la mañana.

Una hora estoy feliz, la otra también, a la siguiente me nublo, a la siguiente me enojo.

Soy como el día y la noche. Soy muy diferente, soy multifacética.

Estoy aparte, separada del todo, no soy el eje de nada ni nadie.

Necesito ser un eje, todos lo necesitan. No quiero ser nunca el centro del universo, pero el eje de un algo o alguien..


Una hora tengo amigos, a la siguiente estoy sola. Como empujada por el viento la nube, ellos van y vienen. Yo sólo soy temporal.

Intensas melodías me inundan, se desbordan por cualquier poro, por cualquier orificio, impulsadas por mis glándulas, por mis hormonas.

Intensas melodías arañan mi yo. Desgarran lo que soy, me dejan desnuda.

Evito parpadear, para no perder la luz. Me debilito sin el sol, sin una sonrisa.

No quiero nada, como un bebé que llora. Ni que me dejen sola...

Quiero un cuarto oscuro donde todo se reduzca a lo que siento, y no sentir nada. Sólo aire tibio, una respiración cercana. Saberme acompañada, sin compartir nada, ni físico ni metafísico.

Estoy abandonando mi hora melancólica. La estoy dejando en las teclas de un aparato que sueña con evolucionar a autómata, que quiere aprender a llorar.

Siempre arañada, el alma se sabe curar. Sabe volver a reír después de escapar de la lluvia fuerte provocada por algo o alguien que, sin eje, es feliz.

Soy un eje, o tengo un eje. Tengo... nada permanente, todo pasajero, como yo misma. Bailando entre ejes de todos tipos sin decidirme por ninguno. ¿O es que debo ser yo la elegida por ellos?

Siempre he sido mala en escribir. Siento y no siento nada, estoy y no soy nada trascendente. Ni en un eje en torno al cual giro, si dejo de girar, me quedo muy quieta, no importa, no pasa nada.

¿Por qué soy feliz? Porque quisiera que mi eje se saliera de órbita cuando yo lloro. Cuando llueve sobre mi sonrisa.